Capital de tres imperios (Bizantino, Romano y Otomano), la ciudad más poblada de Turquía – con unos 15 millones de habitantes en toda su área metropolitana – es un universo en sí misma. Partida en dos mitades por el estrecho del Bósforo, la antigua Constantinopla puede presumir de ser de las pocas ciudades en el mundo que forma parte de dos continentes –Europa y Asia-. Hay quien dice que es demasiado occidental para ser asiática, y demasiado asiática como para ser europea. Sea como fuere, la ciudad turca tiene algo que la convierte en única.
Estambul es evocadora y hermosa. Se trata de una ciudad con una de las personalidades más marcadas del mundo, su skyline de cúpulas y minaretes es inconfundible, sus puentes sobre el Cuerno de Oro y sobre el Bósforo, las aguas del Mármara, y las barcas que unen Asia y Europa, la convierten en un lugar mágico y especial. Y qué decir de sus bazares…, los turcos son expertos comerciantes y aunque en gran medida se han occidentalizado, el regateo es algo que llevan en la sangre y de eso nadie se puede librar. Y la comida es espectacular, quien crea que los turcos solo viven del kebab están muy confundidos, sus platos son una mezcla de influencias balcánicas, caucásicas, mediterráneas y de Oriente Próximo. Su café (kahve), sus postres (baklava y lokum), su té (çay) y sus licores (raki), son la parte más deliciosa de su cultura.
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El Estambul de los clásicos
Estambul es vasto en extensión. Una visita “medio decente” requiere de un mínimo de tres días pateando a fondo la ciudad, aunque ésta se puede extender tranquilamente hasta la semana o diez días. Hay mucho que ver y hacer en la vieja Bizancio. Como toda ciudad de importancia que se precie, cuenta con un circuito de visitas clásicas que es fundamental no perderse. En este “saco” entrarían cinco lugares imprescindibles: Santa Sofía, la Mezquita Azul, el Palacio Topkapi, la Torre Gálata, y el Gran Bazar (Kapalıçarşı), todos ellos en la parte europea de la ciudad.
Santa Sofía (Hagia Sophia) es quizá su símbolo más reconocible y una obra maestra del arte bizantino. Su construcción data del año 360, siendo originariamente una basílica patriarcal ortodoxa hasta que fue transformada en mezquita en 1453, tras la invasión otomana. La Mezquita Azul (Sultanahmed Camii) fue levantada por orden del sultán Ahmed I entre 1609 y 1617, y es la que se ubica justo en frente de Santa Sofía, dejando entre ambas un espacio que sirve de punto de encuentro para los ciudadanos locales y los turistas, la Plaza de Sultanahmed. Al norte de ambas mezquitas, se localiza el Palacio de Topkapi (Topkapi Sarayi), que fue el centro administrativo del Imperio Otomano desde 1459 a mediados del siglo XIX y el mejor reflejo del esplendor de Constantinopla durante esa época. En la orilla opuesta del Cuerno de Oro, se localiza la Torre Gálata (Galata Kulesi), que domina el horizonte del barrio de Gálata en el distrito de Beyoğlu y que fue construida en 1348 siendo utilizada como faro durante muchos años.
Para culminar la pentalogía de visitas obligadas hay que dirigirse al oeste del distrito de Sultanahmet, en pleno centro de la ciudad vieja, para ir de compras al Gran Bazar. El mercado más tradicional de Estambul abrió sus puertas en 1464 por orden del sultán Mehmed II y en poco tiempo se convirtió en el centro económico y en el lugar donde se realizaban las transacciones comerciales más importantes de la ciudad. Tras varios incendios y terremotos, poco queda de su construcción original, aunque sigue siendo un mercado grandioso, con 58 calles cubiertas y cerca de 4.000 tiendas.
Más planes en Estambul
A parte de los cinco puntos más conocidos, la parte vieja de la ciudad cuenta con otros muchos lugares de interés. Este es el caso de la Cisterna Basílica (Yerebatan Sarayi), una de las visitas más curiosas y recomendables ya que se trata de la cisterna más grande de las 60 que se construyeron bajo el suelo de la antigua Constantinopla y que se utilizaron para proveer de agua a diferentes palacios y otros edificios de la ciudad. El Parque Gülhane es el espacio verde más grande del distrito de Sultanahmed, un lugar ideal para pasear, relajarse y disfrutar Estambul de una manera diferente.
Al oeste del Gran Bazar se encuentra la Universidad de Estambul, cuya fundación como madrasa data del año 1453, y junto a ésta, se localiza otra mezquita impresionante, la de Süleymanaiye (1550). Si el tiempo lo permite, uno se puede adentrar mucho más al oeste y visitar la iglesia de San Salvador en Chora y las antiguas murallas de la ciudad.
El puente de Gálata, que cruza el Cuerno de Oro, es la mejor forma de acceder al Estambul más moderno, aunque no exento de puntos de interés. En esta parte de la ciudad se encuentra el Palacio de Dolmabahçe, centro administrativo del Imperio Otomano en sus últimos años, y la Plaza de Taksim, el corazón del nuevo Estambul, donde suelen quedar los jóvenes para ir a Istiklal, la zona con más fiesta de la ciudad y donde sirven alcohol en casi todos los bares y discotecas.
Para rematar la visita se puede ir a uno de los embarcaderos para tomar un plato de lüfer –el pescado típico del Bósforo-. Ya con la tripa llena se puede tomar uno de los botes que llevan hasta Asia y notar las escasas diferencias que hay entre un extremo y otro de Estambul. Asimismo, es imprescindible no abandonar la ciudad sin acudir a un baño turco y probar las propiedades saludables de los vapores que emanan de sus hornos, el Cemberlitas Hamami y el Galatasaray Hamami son dos de los mejores. Eso sí, se ha de estar preparado para recibir un masaje que más parece una paliza. Todo sea por cumplir con la tradición.
Texto: Carlos de Alba
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