«Hay sin duda otras muchas vistas hermosas en el mundo, pero renunciaría a todas ellas por ver otra vez aquellas riberas llanas y enfangadas, con los remates de pequeñas pagodas blancas asomando entre la niebla, y, mientras nos aproximamos a Rangún, la gloria de los rayos del sol naciente incidiendo sobre el hti dorado de la gran pagoda de Shwedagon. Así llegué, por fin, a Birmania… y a mi destino«. No existen mejores palabras que estas del capitán H.R. Robinson para describir la entrada a Yangón, el destino ineludible de todo viaje a Myanmar.
El Gandul pesa 7.000 kilos, son 12 metros de eslora y 6,5 de manga. Es un queche, un barco de dos palos en el que el mástil de la mayor (14,38 m sobre cubierta) es más alto que el de la mesana que está más hacia popa (10,80 m desde la bañera). Es un barco ligero para su volumen, construido por su capitán Gustavo entre 1991 y 1992. Maderas nobles sobre armazón de madera de dos cascos y cubierto unos años después de fibra al tiempo que se ampliaron sus patines un metro por la popa. Barco-casa, barco-mundo. Motor abatible de 40 CV en el centro de los patines.
A medio camino entre Escocia, Noruega e Islandia, emerge un paraíso insular de montañas tapizadas de verde, acantilados, cascadas, fiordos, aves y ovejas. Tan desconocidas como hermosas, las 18 idílicas islas que forman Feroe son uno de los secretos mejor guardados de Europa. En el post de hoy, tratamos de aproximarnos al pueblo feroés a través del testimonio de cinco de los poco menos de 50.000 habitantes que pueblan este milagro del Atlántico Norte. Desmontamos a un feroés en cuatro preguntas:
Uno parece que respira pequeñas cuchillas de oxígeno mientras la lancha atraviesa las aguas del Lago Titicaca con una extensión de unos 9000 km2 y situado a más de 3.800 metros de altura. A un lado la Isla del Sol con sus antiguas ruinas y al otro la Isla de la Luna con el Ajlla Huasi o Casa de las Escogidas Vírgenes del Sol orientada hacia el nevado Illampu.
Buenos Aires, la vida nocturna más frenética de Sudamérica
Allá donde el gran Río de la Plata va a desembocar a las frías aguas del Atlántico se levanta una de las metrópolis más fascinantes, sensuales y seductoras de todo el continente sudamericano, Buenos Aires. Más que por su historia o por su patrimonio cultural, la ciudad del tango, del fútbol, de los boliches, las milongas y de Andrés Calamaro atrapa por el bullicio de sus calles, la simpatía de los porteños, las excelentes carnes de sus restaurantes, y por contar con una de las escenas nocturnas más apabullantes del mundo. Tirando de tópico, está si es una ciudad que nunca duerme.
Nicaragua está lleno de lugares espectaculares. Véase las ciudades coloniales de León y Granada, las playas de San Juan del Sur, las exuberantes islas del Maíz, las fincas cafeteras de Matagalpa, o los trece conos volcánicos nicas. Son tantos y tantos los tesoros que encierra este pequeño país centroamericano que resulta difícil quedarse con un único sitio. No obstante, en medio del gran lago Cocibolca, la mayor masa de agua interior del país, se localiza Ometepe, una isla que condensa toda la esencia nicaragüense en sus 276 km².
A veces la idea de emprender un determinado viaje toma la inspiración de rutas y trayectos legendarios que los grandes exploradores, conquistadores y viajeros de época se encargaron de narrar de su propio puño y letra en sus crónicas, relatos y diarios viajeros.
El viaje del que os vamos a hablar no entra dentro de estos parámetros: no es un recorrido clásico. Ibn Battuta, Joseph Conrad o Ryszard Kapuściński no dejaron escrita ni una sola línea sobre él y apenas es conocido para la mayoría de mortales. Sin embargo, viajar en el tren más largo del mundo es una de las experiencias más auténticas e inolvidables que se pueden hacer hoy en día en nuestro planeta.
“Darling, súbeme las maletas del garaje, que me voy a Bristol ahora mismo”, dijo mi mujer arrastrando alguna consonante que otra, mientras yo me preparaba un exquisito desayuno de empanada gallega, con una generosa capa de Marmite; una crema untuosa y muy saludable aunque tenga la pinta de ser betún para el calzado. Mi sobrina lo confundió con un veneno cuando era pequeña; “no, no lo comáis”, gritó con angustia. Ahora solo lo detesta.
COSTA RICA (y PANAMÁ): 7 Razones para pasar la Navidad en el paraíso
Costa Rica es un gran jardín botánico, y la Navidad una época perfecta para disfrutar de este vergel… Reservas de fauna tropical, playas de postal y grandes volcanes. La ruta que os proponemos nos lleva a través de estos espectaculares paisajes, profundizando en algunos lugares no tan conocidos del país del ecoturismo por excelencia. Si aún dudas en viajar a este paraíso centroamericano, aquí te damos 7 motivos para pasar la Navidad en el paraíso:
Fechas de viaje: 26 Dic – 8 Ene
En Djenné hay un mercado en el que vive una mezquita. Los colores rojos, verdes, morados, se confunden con los gritos de los vendedores que llegan de las aldeas todos los días. Algunos mercachifles venden barreños chinos de plástico que forman verdaderas torres multicolores en el entramado de pasillos entre los puestos hechos con arpilleras de junco sobre palos que son ramas de árboles del enorme y cansado río Níger.
Un largo tren se desliza por el Valle Sagrado de los Incas hacia la pequeña estación de Aguas Calientes. Hace calor y la humedad empapa las camisas de los turistas. Pero a nadie parece importarle, estamos llegando a una de las mecas del viajero, uno de los más importantes lugares de peregrinación turística del mundo: Machu Picchu. A nuestro alrededor las mujeres andinas ofrecen souvenires mientras los niños corren junto a las furgonetas para recibir una propina. El bosque tropical de montaña lo envuelve todo mientras subimos por el camino de tierra hacia la ciudad perdida de los Incas. Ya arriba, desaparece el bosque y aparece como por ensalmo una pequeña ciudad de piedra entre las cumbres.
Érase una vez… una mujer india, reencarnación de una diosa hindú, que a su vez se reencarnó en rata. Éste galimatías podría ser un buen comienzo para explicar la historia de uno de los templos más singulares del planeta: Karni Mata, un lugar santo ocupado por más de 20.000 ratas que son veneradas como auténticas deidades.
El arte del canto difónico consiste en una reverberación sonora generada entre la faringe y la boca, que produce dos o más sonidos simultáneos con una ligera variación alrededor de un armónico. Es un sonido de trance, místico, relacionado directamente con su historia de nómadas ganaderos en mitad de la estepa. De hecho parece que la geografía de Tuva ha sido uno de los motores de este peculiar tipo de canto, ya que sus amplios horizontes permiten que el sonido se transporte a lo largo de enormes distancias. Algunos etnomusicólogos que han estudiado el tema dicen que los cantantes viajan grandes distancias hasta encontrar el lugar adecuado, el río, la montaña o la estepa que acompañe a su antiguo canto.
Es una música centrada en la voz humana y que puede ser acompañada por algunos instrumentos sencillos, normalmente de percusión, que intentan encarnar un ambiente natural, el sonido del viento o de los ríos.
Capital de tres imperios (Bizantino, Romano y Otomano), la ciudad más poblada de Turquía – con unos 15 millones de habitantes en toda su área metropolitana – es un universo en sí misma. Partida en dos mitades por el estrecho del Bósforo, la antigua Constantinopla puede presumir de ser de las pocas ciudades en el mundo que forma parte de dos continentes –Europa y Asia-. Hay quien dice que es demasiado occidental para ser asiática, y demasiado asiática como para ser europea. Sea como fuere, la ciudad turca tiene algo que la convierte en única.
Tapizado por frondosos bosques y tupidas selvas, regado por ríos caudalosos y altas cascadas y coronado por elevadas montañas habitadas por tribus centenarias, no es difícil imaginar por qué muchos turistas encuentran en el norte de Tailandia una región más interesante y atractiva que las islas del sur.
Esperaba con ganas desde que llegué a la Isla de Java para hacer la ruta de los volcanes. Nada menos que asomarme al cráter del Volcán Bromo y ascender el remoto Ijen. Y las montañas de fuego, los Gunung en lengua indonesia, no me defraudaron. Fueron tres días increíbles.